El valor de la vida.
Esta historia acontinuanción, está basada en hechos reales. La intención de esta corta historia es, tratar de que encontremos el sentido de la vida en Cristo Jesus. Si bien sabemos que es difícil ser seguidor de Cristo, pues estamos viviendo en un mundo lleno de maldad, corrompido, pero ánimo, podemos avanzae, recuerda que somos familia del Reino, y si aún no perteneces a la familia de Cristo, te invito a que le aeptes como tu Salvador.
Estábamos cantando una canción, fue en ese preciso momento que dio su último suspiro. Las lágrimas y sollozos de los familiares y amigos comenzaron a denotarse; como ya sabemos, nunca estaremos preparados del todo para la partida de un ser querido.
Una de sus hijas estaba sentada en una de la esquina de la cama donde yacía el cuerpo que se hacía pálido, ella acariciaba su rostro mientras acomodó la cabeza del fenecido en sus piernas; entre ojos lagrimosos, una sonrisa se marcaba en su rostro, sabía que no todo estaba perdido.
Rápidamente comenzó a llenarse la casa. Familiares, amigos y demás llegaban hasta el que del fenecido, aquel señor viejo que nos daba consejos se nos había ido.
Por un instante aquel hijo que había dado lo mejor de él con el cuidado de su viejo y desgastado padre que había estado postrado en una cama, lágrimas salieron de sus ojos. Yo me acerqué y le dí unas palabras de aliento, al igual que otros hermanos que estaban apoyando a este nuestro hermano que era el pastor a cargo de dirigir nuestra congregación mientras el fundador de la congregación regresaba de viaje.
Muy rápidamente se calmó, se vio muy reconfortado, al parecer todo el sufrimiento que ha de tener un ser humano al ver partir su padre él ya lo había pasado. Y cómo no haber sufrido si estuvo en los momentos mas difíciles mientras su padre se consumía en una cama.
Aunque sabía en el fondo que fue el último adiós y esto causaba tristeza a él y a todos, pero todos los que estábamos dentro de la habitación sabíamos que él no estaba muerto, aquel siervo de Dios por muchos años, había partido con Cristo y esto nos reconfortaba.
Algunos nos trasladamos a la sala para dejar a solas a los hijos del fallecido que estaban presentes en el cuarto. Lloraban y se consolaban el uno al otro, pues esto es lo normal, habían perdido a su padre, aunque no del todo; solo habíamos perdido su cuerpo, pues los que creemos en la resurrección sabíamos que no estaba perdido.
Cantábamos unánimes todos los que estábamos en la sala, canciones para glorificar a nuestro Señor y para que trajera la Paz de Cristo a los dolientes. A decir verdad, se sentía una atmósfera de Paz; aunque estábamos cantando, había una especie de silencio en ese hogar, pero no un silencio aterrador, sino más bien tranquilizante.
Aproximadamente una hora después, yo me marché a casa, no medité mucho en esto de que su hijo se viera reconfortado, pues en realidad lo había meditado mucho antes de que sucediera; con mis propios ojos había visto la manera en que él se había esforzado en el cuidado de su padre mucho antes de que cayera en su lecho de muerte.
Al día siguiente en horas de la tarde, nos reunimos de nuevo los hermanos de la congregación en aquel lugar, aunque no todos los hermanos. Hicimos una especie de culto a nuestro Señor y Salvador con el objetivo de inculcarle la bella y dulce Palabra de Dios a aquellos que hasta ese momento no habían aceptado al único y suficiente Salvador, Jesucristo.
Iniciamos con una oración y luego una porción de las Sagradas Escrituras, la Palabra de Dios, para gloria y honra de El mismo. Más adelante tomé mi guitarra, hablé unas palabras las cuales la noche anterior mientras colocaban el cuerpo del fallecido en el féretro habían llegado a mi mente. Como si hubiese sido una especie de voz me había hablado; de hecho, yo creo y estoy seguro que fue la Voz de Dios a través de su Santo Espíritu.
La Voz que escuché, me dijo esto: "He aquí la copa amarga por la cual ningunos quieren pasar", él ha llegado a su destino, él ha recorrido su meta. Todos quieren llegar hasta la meta, pero muy difícilmente quieren atravesar por las dificultades, los obstáculos, las pruebas y grandes batallas que hay que luchar para poder llegar a la meta; La meta Soy Yo, Cristo y así terminó de hablarme.
En ese mismo momento me llegó a la mente una frase que había escuchado: el sol sale para todos, pero morar en la sombra del Todopoderoso es solo para aquellos que habitan al abrigo del Altísimo.
¿De qué nos sirve este mundo y toda su plenitud si al final perdemos la vida? No creas que por Dios dejarte todo en la tierra a tu favor podrás entrar en su Reino, antes debes correr la carrera.
Cantamos unánimes dos canciones y toda la celebración de aquel culto procedió como esperábamos, Dios siempre obra y su voluntad es agradable y perfecta. El pastor con la responsabilidad procedió a predicar Palabras para arrepentimiento para aquellos que no se habían decidido a entrar al verdadero valor de la vida. Mientras él pastor predicaba, noté muchos ojos aguados. Me llamo mucho a la atención un hombre frente a él, que no le perdía la vista mirándole fijamente a la cara, parecía que la Palabra de Dios le estaba tocando el corazón.
Unos 20 a 25 minutos después de haber predicado, el pastor le hizo un llamado especial a aquellos que por su propia voluntad querían reconocer que Cristo es nuestro Salvador. Fue la primera vez que me sorprendí, en verdad nunca me aferré a esto, pues si la voluntad de Dios es que nadie pase a reconocerlo, yo estoy dispuesto a aceptarla; pero esta vez como ya mencioné, me sorprendí, las Palabras mencionadas por el pastor, que de hecho, en el fondo yo sé que no fueron de él, sino del propio Señor, salieron desde lo más profundo de su corazón y sentí mucha conmoción, pero nadie se atrevió a pasar al frente
Pero como los que estamos bajo la voluntad del Altísimo, todo nos deja una enseñanza; comencé a meditar sobre el verdadero valor de la vida:
¿Para qué nacimos? ¿Sólo para vivir y después morir cuando nuestro tiempo esté cumplido? Pues no, la vida tiene mucho valor y esto depende del valor que le quieras dar a la tuya. Tener lujos, vanidades, cosas materiales pueda que le den razón a la vida, pero estas cosas no tienen ningún valor porque perecen. Entonces, ¿qué va a pasar después de la muerte física? Todo se acabó si el verdadero valor de la vida fuesen las cosas de este mundo.
Nacimos con el propósito de ser hijos del Altísimo por medio de la adoración a El, este es el verdadero valor de vivir, porque indudablemente hay una vida después de esta vida y hay una muerte después de la muerte. La vida consiste en vivir eternamente con Dios en su reino y la muerte cosiste en vivir eternamente en el lago de fuego con Dios y satanás (que el Señor lo reprenda).
Entonces, ya sabemos cual es el verdadero valor de la vida y esto no fue posible sino por Cristo. Oh alma mía! ¿Dónde estuviese yo si no hubiese sido por ese sacrificio perfecto? ni pensarlo!
Dios te bendiga.
La paz del Señor
Oremos
Padre, Amado mío que estás en los cielos donde yo pertenezco.
Hoy glorifico tu Nombre por medio de mi alabanza desde lo mas profundo de mi corazón.
Sea tu Reino establecido en mi casa y mi familia, gracias por el pan del día a día que Tú, Oh Dios mío me provee.
Perdóname Señor pero no antes de cambiar mi corazón para yo poder perdonar a mis semejantes.
Como dijo tu Hijo Amado en una ocasión en aquel monte: Padre, si te es posible apartar de mí esta copa, pero que no se haga mí voluntad, sino la Tuya.
No permitas que caiga en tentación, dame fuerzas para seguir adelante, te lo pido en el dulce Nombre Poderoso de Jesús.
Amén.
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